domingo, 2 de septiembre de 2012

El perro

        En un viejo cobertizo un hombre descansa con una mano en la pared, la respiración rápida y la cabeza gacha. La otra mano oprime el extremo de un cinto de sangre. Detrás de él un perro cuelga inerte de las vigas del techo. No muy lejos, los ojos de un niño son testigos del castigo. Abrazado con rabia a un árbol llora sin que nadie lo sepa.

     Más de veinte años separan aquellos azotes de este texto. El animal murió pero cada uno de los golpes que recibió vive en el recuerdo del hombre que también es el niño.

Arnón López
Abril 2012, La Laguna

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